20100624

Reflexiones nacidas de los escritos de Saramago

Recuerdo la primera vez que escuché de su nombre sin poder aprendérmelo, lo único con lo que pude relacionarlo fue con “Pepe”, el autor del libro que mi amigo –hoy doctor- terminaba de leer en aquellos años. Me platicó que su libro trataba de un soldado manco de la mano izquierda enamorado de una mujer con poderes mágicos que podía ver a través de la gente.  El libro relataba una historia de amor entre el soldado y la mujer con poderes mágicos, y hablaba también de un rey que no podía tener descendencia. Hasta ahí, sólo me causó curiosidad la historia de amor para después conocer que el libro se llamaba: “Memorial del Convento”. Debido a los grupos sociales a los que pertenecíamos me contó posteriormente de la existencia de un libro llamado: “El Evangelio según Jesucristo” que según él, hablaba de un lado muy humano de Jesucristo pocas veces cuestionado de esa manera, y lo mostraba como un ser común como lo es cualquiera de nosotros. Así que me recomendó leer otro libro de éste autor para entender quién era ese escritor que se atrevía a poner a Jesucristo casi al mismo nivel del góber precioso.


Sembrada la inquietud que el doctor había dejado en mí, decidí comprar un libro de José Saramago sin saber siquiera cuál título me permitiría conocerlo, o qué posición podría encontrar al interior de sus escritos. Adquirí “Ensayo sobre la ceguera” y recuerdo que fue un libro que me hizo conocer un poco del autor, motivó a abrir mi pensamiento para preguntarme: ¿por qué nos auto cegamos ante lo evidente como lo son los abusos del hombre sobre el hombre y de los gobiernos sobre sus gobernados?,  ¿por qué los gobiernos deciden aislar los problemas de la población en lugar de enfrentarlos y resolverlos?, ¿dónde están los videntes que pueden guiar a la sociedad a construir una humanidad igualitaria?. Estas preguntas y muchas otras fueron las que en ese momento y hasta ahora siguen buscando respuesta.

Después leí –por recomendación de la editorial- el título: “Todos los nombres” que me pareció un libro fascinante por cuestionar ¿qué se necesita realmente para enamorarse de alguien?, que habla de amor sin necesidad de pronunciar algo similar, y que además el personaje central no es el protagonista de la obra sino los nombres de los personajes que nunca conoce. Un libro que me hace cuestionarnos como sociedad desde la perspectiva y el valor de la persona: ¿quiénes somos?,  ¿por qué decimos que somos eso?, ¿somos lo que somos por el nombre que tenemos, por el lugar al que pertenecemos, por lo que hacemos, por lo que pensamos o por lo que vivimos?

Terminé lo que llamaron “la Trilogía de Saramago” con el libro “La Caverna” donde narra el crecimiento de una sociedad obsesionada por el consumismo, que se acaba los recursos naturales y que aleja del centro a las personas cuyos servicios o capacidades no son útiles al sistema, tales como profesiones saturadas o inútiles, o personas que no hablan el mismo idioma –como actualmente sucede con el inglés por ejemplo-. Considero que Saramago en este libro propone el renacimiento del hombre para la construcción de una sociedad con igualdad de circunstancias, con desarrollo común, y con crecimiento sustentable.

Estos tres libros fueron suficientes para poder tomar el gusto de los escritos de Saramago, de su pensamiento y de su posición ante lo que acontece en la sociedad actual, sobre todo, me llamó la atención que fue un actor social que no sólo criticó fina y despiadadamente la injusticia que el hombre le hace a los hombres, sino que también se involucró y trató de hacer algo para ayudar o para apoyar, tal como sucedió en el caso de Chiapas cuando allá por el año del ‘98 en México se suscitó lo que se conoce como “la masacre de Acteal”, y que pocos en México han comentado de su indignación que dio a conocer a través de sus publicaciones en medios impresos y conferencias de prensa. Aquí algunos renglones que se publicaron en Abril del ’98 en la revista “El Mundo”: “He visto el horror. No el que hemos observado en lugares como Bosnia o Argelia. No. Éste es otro tipo de horror. Estuve en Acteal, en el mismo lugar de la matanza...escuchando a los supervivientes (…). En Chiapas se vive una situación de guerra o una ocupación militar, que al final es casi lo mismo. No es una guerra en el sentido común, con un frente y dos partes confrontadas. Yo nada más he visto una parte confrontada: el Ejército y los paramilitares (…).Si alguna vez hubo en la historia de la humanidad una guerra desigual, no la hubo nunca como ésta. Es una guerra de desprecio, de desprecio hacia los indígenas. El Gobierno esperaba que con el tiempo se ¡acabaran! todos, simplemente eso (…). Todo se ha hecho sometiendo a los indios de Chiapas a una presión incalificable y esto no puede llamarse humanidad. El pueblo de México tiene que reclamar a su Gobierno una paz justa y digna. Yo no puedo, sólo soy un escritor extranjero acusado de injerencia (…). De Chiapas me llevo no sólo el recuerdo, me llevo la palabra misma... Chiapas... La palabra Chiapas no faltará ni un solo día de mi vida. Si tenemos conciencia pero no la usamos para acercarnos al sufrimiento ¿de qué nos sirve la conciencia? Volveré a Chiapas, volveré”.


No pretendo mostrar a Saramago con un prócer de la humanidad, tampoco como el hombre ideal que todos deberían seguir, y mucho menos mostrar a quien esto escribe como un gran conocedor de su obra. No. Mis líneas están dedicadas para compartir con ustedes que José Saramago me hizo reflexionar sobre qué postura y qué ideología debo seguir para construir con la sociedad a la que pertenezco un México equitativo, autosustentable, y respetuoso de los derechos de los ciudadanos.

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